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Crítica: ‘El vicio del poder’


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Sinopsis

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‘El vicio del poder’ explora la historia real jamás revelada sobre cómo Dick Cheney (Christian Bale) un callado burócrata de Washington, acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo como vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush, con consecuencias en su país y el resto del mundo que aún se dejan sentir hoy en día.

Crítica

McKay se consuma como un gran narrador y crítico de la Norteamérica contemporánea

cartel EL VICIO DEL PODEREs un clamor que Christian Bale es un grandísimo actor, ya no solo por los premios que acapara, entre ellos un Oscar, sino por su capacidad para transformarse en otras personas hasta el punto de comprometer su propia salud o el aspecto de su cuerpo. Lo suyo más que una habilidad camaleónica son aptitudes de mímesis. Se mezcla con la historia de su personaje y con el entorno o reparto que ponen a su disposición. Esta vez, jugándose la salud hasta un límite opuesto al que llegó con ‘El maquinista’, sigue los pasos de uno de sus mentores, Gary Oldman, y se convierte en un político al que siempre hemos visto de buen año, Dick Cheney.

Bale es un tipo de extremos, de método. Aunque en ‘El vicio del poder’ le vemos con mucho maquillaje ha tenido que convertirse en un auténtico zampabollos para ganar peso. Con ese aspecto físico conseguido solo le quedaba calcar los ademanes del vicepresidente de George W. Bush hijo. Desde los andares hasta su tunante risa ladeada vemos al personaje hecho realidad. Pero no solo de Christian Bale es meritorio de ese logro. Otros actores como Sam Rockwell, Amy Adams o Steve Carell nos esbozan maravillosamente a las personas a las que interpretan, especialmente Rockwell que encarna ese sandio, embaucador y engreído que era Bush. Si la cinta deja claro que Bush llegó donde llegó por la gente que le rodeó también nos remarca que Cheney tenía en todo momento a su esposa que le aleccionó para llegar a las más altas esferas.

Ni de lejos esta película se apoya solo en sus intérpretes. ‘El vicio del poder’ es tan buena porque la ha elaborado un gran contador de historias. Si los estadounidenses son expertos en saber contarnos sus propias crónicas Adam McKay ya es un artesano en ese campo. Elabora un discurso bien estructurado, fácil de seguir y en muchos puntos revelador. Todos los actores de su equipo o han trabajado juntos o con el director en otras películas. Sobre todo hay que tener en cuenta el anterior título de Adam McKay, ‘La gran apuesta’, que tiene un carácter similar y que cuenta también con Bale y Carell.

La película está trabajada a través de la comedia y el biopic, desde una orientación política clara pero sin los métodos agresivos de un extremista. Es menos combativa que las obras Michael Moore pero desde su lectura también hace uso de una gran sátira. Se palpa mucha improvisación en las escenas, pero también premeditación en un guión en el que se reconoce ya una marca de la casa, un estilo reclamado por McKay. La complicidad del reparto también es evidente, imagino que el rodaje debe haber ido como la seda.

El vicio del poderDe antemano el director y guionista nos manifiesta con humor cuáles son sus intenciones e inclinaciones políticas, así como que hay algo de ficción en la cinta dada la inaccesibilidad de su protagonista. Pero por si acaso no queda claro en los post-créditos no los remarca. Espero con total sinceridad que esta película sirva para que en nuestro país muchos puedan hacer examen de conciencia, para que establezcan los claros paralelismos que tiene. Este filme nos habla de las responsabilidades de los políticos, de las repercusiones históricas de sus actos y decisiones, así como de aquellos que les votan. El título hace referencia no solo al ansia de poder de los mandamases, sino también del pueblo que escoge a quién le gobierna guiándose por la necesidad de nutrir su hambre de superioridad y supremacía sobre el resto del mundo o sobre quienes considera inferiores.

Otro puntazo a favor es su narrativa. Desde una tercera persona nos elaboran una biografía que por si resulta menos explicativa que ‘La gran apuesta’ está repleta de metáforas, tanto gráficas como orales. Veo este título mucho más fácil de seguir que el anterior estrenado por McKay y sus alegorías son del todo acertadas y aclaratorias.

En ‘El vicio del poder’ vais a recorrer las etapas de Nixon, de Bush padre, de las elecciones con recuento de votos, del 11-S, de la segunda guerra de Irak… En estos dos últimos tramos que menciono el filme pierde mucho su sarcasmo y hace peligrar su ritmo. Muy importante es también que trate temas personales como los infartos de Cheney, por algo que no quiero desvelar para no quitarle gracia y porque el propio director sufrió uno antes de finalizar el filme e insertó imágenes de su intervención en la película.

Este nuevo estreno que ya tiene varias nominaciones en los Globos de Oro nos da brillantes momentos. Entre ellos una gran escena en la que hace una breve aparición Alfred Molina. En ese momento vemos con meridiana efectividad la sátira y crítica de McKay. Con esta mención quiero hacer énfasis en el tono sarcástico del filme, en su búsqueda de remover conciencias sin dejar nada al azar y en su denuncia hacia el ciudadano medio que mira con indiferencia y anestesia los actos evidentes de destrucción que tiene ante él. Comedia histórica que no os debéis perder.

Ficha de la película

Estreno en España: 11 de enero de 2019. Título original: Vice. Duración: 132 min. País: EE.UU. Dirección: Adam McKay. Guion: Adam McKay. Música: Nicholas Britell. Fotografía: Greig Fraser. Reparto principal: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Tyler Perry, Eddie Marsan, Jesse Plemons, Naomi Watts, Alfred Molina. Producción: Gary Sanchez Productions, Plan B Entertainment, Annapurna Pictures. Distribución: eOne Films. Género: drama, biográfico. Web oficial: https://www.vice.movie/


Acerca de Furanu

De origen irlandés y criado en tierras vetonas, este ingeniero curiosamente nació en Bloomsday. Pegado desde pequeño a una televisión y a cientos de páginas, ahora gasta su tiempo montándose películas y disfrutando las de otros.

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